Un despertar
No sé si estará o no publicado anteriormente en este blog, pero para tenerlo a mano, lo vuelvo a poner si es necesario.
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- ¡Mierda!- gritaba él al oído de su amiga- ¡Con este volumen no hay quien le entienda nada!
Ella arrugó el entrecejo y acercó la oreja.
- ¿Qué dices?- preguntó forzando la voz. El humo del local y la niebla sintética empezaban a irritarle la garganta.
Los "Pantera" sonaban atronadores como nunca antes. Y la discoteca no era muy grande. "This Love" era una canción que les encantaba, pero el pincha, uno de sus coleguillas, intentando satisfacer sus ansias de "caña" había elevado los decibelios hasta un punto desagradable y que destrozaba unos punteos exquisitos. Miguel le hizo un gesto con la mano pidiendo que bajara el volumen.
- ¡QUE LA MÚSICA ESTÁ MUY ALTA, DIGO!. gritó nuevamente Miguel, justo cuando Phil Anselmo bajaba la voz para cantar el puente de la canción. Resultado: Ana, que estaba más cerca que antes, se llevó un berrido de padre y muy señor mío. Apartó la cabeza llevándose un dedo al oído con un severo pitido. Soltó una sonora carcajada mientras se rascaba, intentaando en vano llegar al tímpano.
- ¡Ya te oigo, salvaje!- dejó ir la morenaza- Después de esta nos vamos, ¿oki?
- Sí, pero cuando me acabe la cerveza- sentenció Miguel.
Ana perpetuó un ademán afirmativo en el clásico "sacudir la melena" tan clásico del thrash metal. Miguel acompañó con su rapada cabeza. Diamond Darrell rasgaba la guitarra en los amplificadores y Vinnie Paul atronaba desde la batería. Al finalizar la canción el pincha bajó el volumen y, muy solemne, dedicó el tema a la memoria de Diamond "Dimebag" Darrell, asesinado durante un concierto por un fanático.
Ana y Miguel se despidieron de los amigos del local después de un par de comentarios acerca de lo execrable de la masacre, pagar las copas y tocar el tema de las armas en los Estados Unidos. Ana seguía con el pitido. Y era muy desagradable.
Al salir al exterior del oscuro local, Ana notó que la última copa no había caído muy bien en su estómago y se mareó un poco.
- ¿Estás bien?- se interesó Miguel.
- Sí. Bien- respondió sonriendo-. Bien bebida. ¡HICS!
Se rieron. Miguel se acercó a ella y puso su mano derecha en la pared, junto a su cabecita mareada. Ella levantó los ojos para dejarlos caer con parsimonia sobre los de él.
- ¿Qué te crees que es esto?- preguntó con lengua de trapo. Miguel respondió algo que ella no pudo oír. Acercó sus labios a su boca y Ana se dejó hacer sin perder la sonrisa.
'A tomar por culo diez años de amistad', pensó Miguel. 'Creo que no me ha oído nada desde que acabó el This Love...'. Ana le cogió por la cintura y tironeó de él hacia sí con violencia, mientras movía su lengua con desesperación en torno a la de su amigo. Miguel notó como rozaba los muslos de Ana con su erección.
Se separaron, sorprendidos. Ambos. Se miraron fijamente en silencio. Ana no podía oír mucho más que el ruido de la calle y el jodido zumbido del oído derecho, pero empezaba a discernir las palabras de Miguel. En sus ojos se reflejaban diez años de sus vidas. Ella sonrió, con los carrillos sonrojados por la mezcla de alcohol y el calentón.
- Espero que esto no lo estés haciendo por culpa del alcohol, Ana- susurró Miguel mirando al suelo.
- Pregúntamelo mañana por la mañana, ¿te parece?- Ana le cogió por el cinturón y besó su cuello.
- No seré yo el que vaya a contrariarte ahora...- dejó caer mientras volvía a besarla cerrando los ojos.
Dentro del local sonaba Machine Head. "Deafening Silence". Les había dado por ponerse sentimentales ahí dentro, y Miguel, abriendo un ojo, pudo intuir a dos amigos riéndose que miraban a escondidas por uno de los ventanucos del local. Extendió el dedo corazón y les dedicó un singular gesto obsceno.
Cogió a Ana de la mano y con un "Vámonos" alegre se volvió hacia la calle. Ella tardó en reaccionar un segundo o dos y se soltó de su mano, quedando un poco por detrás. Miguel se volvió y comenzó a andar hacia atrás mientras cruzaba la calle. Llegó a la otra acera y se detuvo mientras se recolocaba el cinturón y los vaqueros.
Ana cruzó la calle. Sin mirar. El zumbido no le dejó oír el claxon del coche y lo último que vio fue a Miguel corriendo hacia ella desde el arcén.
El frenazo fue espectacular. El cuerpo de Ana se desplazó varios metros antes de detenerse, en un charco de sangre oscura que llenó los ojos de Miguel de lágrimas color ocre.
Y mientras el cuerpo de Ana perdía el color sonrosado de las mejillas, Miguel, de rodillas junto a su cuerpo, oía, sin escucharlas, tres campanadas en la lejanía, cerraba sus ojos y anotaba otra victoria en el contador de El Sueño.
Por lo menos tendría la oportunidad de volver a ver a Ana en otro Despertar...
1 Comments:
Hmmm, sip, hace ya algún tiempo que lo leí. Pero no en el blog.
Siempre me ha gustado la idea del reencuentro tras cada despertar. Es muy esperanzadora jejeje.
Un besito.
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