Un relato corto.
A veces escribo estas cosas. Cada vez con menos asiduidad, porque prefiero que la inspiración me sirva para mi novela. De vez en cuando, todavía dedico tiempo a estos pasajes del instante como les llamo yo. Este en particular tiene ya un año o más.
"Alguien, con aceradas y acertadas palabras me dijo que la vida no espera a aquellos que se bajan de ella. Ahora sólo quiero calmar mi alma, quizás encaprichada de un tesoro encerrado en una alta montaña, tras unas paredes que se transforman en hielo a mi solo contacto...".
El hombre cerró el libro sin percibir la tinta derramándose y emborronando las páginas. Su mano resbaló con tristeza hacia el banco en el que estaba sentado y sintiendo la sonrisa irónica en su cara, la dejó caer de sus labios para verla rozar las hojas de color de otoño en el suelo. Su mirada también resbaló y finalmente su vida exhaló un suspiro de libre término.
Lo encontraron sentado en aquel banco de aquel parque, sus ojos fijos en aquella sonrisa dibujada en el suelo por aquellas hojas amarillas y marrones. Su capa verde manchada por aquella tinta ennegrecida y ahora seca junto al libro, sin hojas blancas.
- Es horrible- comentó una voz- Es la primera vez que contemplo un rostro con semejante mueca.
- Es el rictus de la muerte- acompañó una segunda voz.
- No- sentenció una voz de mujer- Es el rictus de alguien que ha perdido las ganas de vivir.
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