BushiDo: El Camino del Que Sirve (IV)
Yu… Valor, la fuerza del propósito para mantenerse frente al rostro del miedo.
Las lágrimas desbordaban el corazón de Daisuke mientras veía a su señor vestido con la armadura impoluta montado a caballo junto a él, oteando el horizonte. Sabían muy bien ambos que tras su llegada a Edo su separación se sellaría definitivamente. En sus rostros sólo había decisión y firmeza y ejecutaban sus movimientos de forma perfecta, ordenando a unos y otros ashigaru en la formación de la escolta de la comitiva que partía en los albores de la Primavera y que no regresaría hasta pasada la corte de Invierno.
Cabalgaron toda la mañana hasta que el sol se elevó justo sobre sus cabezas. Los caballos boqueaban a causa del calor húmedo y Yoshinaga, aconsejado por uno de sus hombres decidió hacer un alto para comer.
- Tenemos tiempo aún- comentaba a Daisuke mientras desmontaba- y hay cosas que debes saber antes de llegar a Edo.
- Tono- sama? No comprendo...
- Calla- le interrumpió con gesto serio- Después del almuerzo hablaremos. Ahora, mientras busco a Ryoko- san y a Ume, haz que preparen las telas para un campamento de dos horas.
- Hai, Tono!
Comieron los cuatro junto a Kumamatsu Miyamoto y a la guardia personal del daimyo, cinco samurai armados con el característico daisho y los recios y asimétricos yumi. Al término de la agradable, frugal y veloz comida campestre, Yoshinaga se acercó a Daisuke y le requirió para adelantarse a caballo mientras todo se ponía en marcha tras ellos.
- Mi señor Yoshinaga...- adelantó Daisuke
- No eres un bobo, Dai- chan- replicó amigablemente el señor feudal- El shogun ha requerido tus servicios, pero excusaba decirme que su verdadero interés es otro, y es ese interés por el que quiero que me prestes mayor atención que nunca.
- No entiendo, mi señor...
- ¡Silencio y escúchame ahora!- Yoshinaga le miró con unos ojos que Daisuke solo había visto en la batalla- ¡Sé lo que te pasará por la cabeza cuando te pida esto, pero es una orden de tu daimyo y no debes desobedecerla!
- ¡Jamás me atrevería, mi Señor!- contestó preocupado Daisuke- ¿Pero de qué se trata? ¿Qué órdenes tenéis? ¿Qué ha pedido el Shogun que provoca esta reacción en mi amigo?
Yoshinaga aplacó su mirada y apoyó una mano en el sode izquierdo de Daisuke:
- El Shogun tiene un gran interés en emparentar a un allegado suyo con nuestro clan, y lo hará por medio de un matrimonio con una de nuestras damas.
- ¿Me habláis de Ume?
- ¿Ves como no eres un necio?- respondió de inmediato el daimyo.- Espero que eso no te moleste- remarcó esa palabra- en absoluto.
- No, mi señor- contestó tranquilo el samurai- Los deseos de mi señor y del Shogun son órdenes a cumplir, no a contrariar.
Yoshinaga pareció confundido. Y a la vez sorprendido.
- Pero, Daisuke, ¿Ume y tu...?
Daisuke miró a los ojos de su amigo con una sonrisa amarga. Aunque le temblaba el ánimo, su coraje le hizo superar tal prueba:
- ¿Acaso eso importa, mi señor? De lo que se trata aquí no es de mi o de Ume sino de lo que se ordena a un siervo- Yoshinaga hizo un esfuerzo por aguantar una lágrima- Jamás me habría atrevido a ponerle una mano encima a Ume. Os conozco demasiado bien y os estimo demasiado como para arriesgar vuestro favor.
- ¡Vaya!- musitó el daimyo- ¡Desvaríos de un viejo samurai que ha pasado demasiado tiempo en la batalla! ¡Veía traiciones dónde no las había!
- Mi señor, os seré fiel hasta el día en que yo muera- hizo un a pausa- Y eso incluye vuestra muerte, si se produjera antes que la mía.
Yoshinaga agitó la mano apoyada en el sode de la armadura de su amigo para disimular un ligero temblor de manos y le miró sonriente como el sol de la mañana.
- Entonces, Daisuke-sama, os debéis a ella en calidad de protector- ordenó con solemnidad- Mis órdenes son que la llevéis sana y salva ante su prometido en Edo. ¡Y que seáis el mejor Kogi kaishakunin de la historia del Shogunato!
- Así lo haré mi señor...
Yoshinaga Takeda y Daisuke Tomomori disminuyeron el paso de sus caballos y la comitiva les alcanzó al fin.
El palanquín de la dama Ume quedaba algo separado de la cabeza del séquito y Daisuke tuvo que dirigir su caballo hacia la parte de atrás, unas cinco filas de soldados antes de cerrarla.
- Ume- san, haremos noche en la frontera de nuestra provincia de Kai con Musashi- habló Daisuke- Creo que nuestro señor, Yoshinaga querrá hablar con vos esta noche.
- ¿Acerca de qué motivo, Daisuke- san?- preguntó ella, asomando por uno de los laterales del palanquín.
Daisuke desvió la mirada para sobreponerse a una extraña sensación de pérdida.
- No es propio de mi rango hacer tal pregunta- contestó cortante- Eso es algo que deberéis tratar ambos.
- Daisuke- san...- dejó resbalar la doncella dolida mientras contemplaba el cabalgar del caballo del samurai...
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