BushiDo: El Camino del Que Sirve (V)
Gi… Justicia, la decisión correcta en el momento adecuado.
La noche cayó cálida y clara en la campiña de Kai. Cenaron temprano y al término, Daisuke se alejó en busca de un río cercano para desempolvar el sable de su padre practicando Iaido junto al curso de agua cristalina. Contemplaba las pequeñas olas que hacían los peces al nadar cuando todos sin excepción desaparecieron de su vista.
Se giró como alertado por un ruido que sus propios oídos fueron incapaces de percibir. Su mente se perdió entonces entre los fuegos negros de mil sombras que llovían de los árboles.
‘¡Enemigos de Takeda y del Shogun!‘, pensó velozmente Daisuke.
Corrió hacia el campamento, y cuando llegó la escena era penosa. Un séquito preparado para un viaje de cortesía era masacrado dentro de sus propias tierras, al paso por la frontera hacia la provincia de la capital del Imperio.
En el lado próximo a la ribera del río, Yoshinaga y Kumamatsu, hacían espalda contra espalda junto a tres de los guardias del daimyo, pero el anciano general estaba cansado y herido ya de muerte y los guardias de armadura esmeralda y roja parecían sobrepasados por el número de los atacantes, un grupo de samurai enfrascados en armaduras de negro mate y entrenados para la guerra en campo cerrado. Daisuke desenfundó la katana de su padre y comenzó a sesgar miembros y cuerpos y cabezas a un lado y a otro. Daisuke se abría paso entre los agresores cuando vio a Ume rodeada por tres o cuatro ashigaru mal armados y más entregados a su labor y a su señora que hábiles con la lanza y la espada. Al más joven de ellos le habían atravesado un costado y el yoroi le caía por ese lado tintado en rojo sangre.
- ¡Protege a Ume!- oyó las palabras de Yoshinaga- ¡¿Me oyes?! ¡Salva a Ume!
Daisuke miró a uno y a otro. El último guardaespaldas de Ume había caído cuando se oyeron los cascos de las monturas de una compañía que avanzaba por el camino del oeste en dirección a ellos. Daisuke vio el estandarte del Shogun aparecer por un recodo del camino y diez o doce hombres armados se abrieron paso entre los guerreros de negro en dirección al pequeño estandarte que había junto al palanquín maltrecho de Ume.
- ¡Daisuke Tomomori!- gritó Yoshinaga enfurecido como el mismo Señor del Reino del Yomi- ¡Llévatela!¡Ponla a salvo!
Daisuke se había quedado congelado entre los dos grupos. Ume estaba sola en el suelo ante un agresor y Yoshinaga, de rodillas y apoyado en su espada, clavada en el terreno estaba a merced de uno de los hombres de negro que se acercaba a la carrera hacia él. El corazón estalló en el pecho de Daisuke Tomomori y derramando lagrimas aflojó el agarre de su mano izquierda.
- ¡Hazlo ahora, maldito seas!- chillo una vez más el daimyo.
Daisuke soltó su katana y recogió un yumi y una flecha del suelo, tendió la cuerda cargada y el joven kensei hizo su elección.
0 Comments:
Post a Comment
Subscribe to Post Comments [Atom]
<< Home