Manos amigas
Una flecha haya aterrizó justo delante del guerrero herido. El blanco y negro de la pluma relumbraron ante el fuego de las antorchas y la sorpresa en los ojos de los soldados que le asediaban.
En lontananza, se pudo oír un grito como el aullido de un lobo que rugía desde el fondo de la garganta rota del valle. Un trueno rompió la concentración de uno de ellos que aflojó el agarre de su espada dejándola caer a un lado, sin dejar de mover la cabeza buscando algo que escapaba a sus ojos.
El relámpago al que sigue el trueno recortó contra la noche la figura de un caballo encabritado con un hata a la espalda, una rienda en la mano derecha y una espada alzada en la izquierda.
Al cabo de los segundos, un samurai más joven, de mempo granate, se levantó de un seto tras el bushi herido. Portaba un yumi que arrojó a un lado mientras avanzaba desenfundando su katana Masamune.
- La verdad habla por tu boca, Tatsurei-sama- habló con voz oscura.- No estás solo. Tu señor ha venido a buscar a su mejor hombre.
El sashimono en la espalda del joven portaba el mon del señor de ambos. Todos se habían callado mientras contemplaban el rostro diabólico de metal que surgía de entre la maleza.
- Bien sabemos que nunca he sido el favorito de mi señor, esa tarea se ha reservado para otros, pero no por eso fallaré como habéis hecho vosotros, a un corazón. Y Tatsurei demuestra mucho más con su lealtad que vosotros con vuestro estúpido ansia de querer saber.
- Okamii...-reconoció Tatsurei.
Okamii saludó a Tatsurei con una ligera inclinación de la cabeza, sin perder de vista a sus rivales. Okamii alzó la mano derecha y ante esa orden, uno a uno se fueron levantando diversos samurai con la librea del señor. Katanas en alto y frentes despejadas.
Tatsurei sintió que crecía en alma. El ki de su alrededor se fortalecía con el sentimiento del Budo y del Bushido.
Y su señor cabalgó entre ellos rompiendo las filas de los traidores hacia la victoria final...
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