Día 2: Sábado 18: Rumbo a Lisboa y el restaurante salido de Raccoon City
Por la mañana el temporal no ha dejado mucho lugar a dudas acerca de cómo va a ser el viaje: pasado por agua. La bajada al pueblo de Madrigal es dura (no tanto como la subida a oscuras, en la que el coche de Frid casi pierde los bajos), pero es que Suren se conoce el camino como la palma. Y al volante del VW, lo baja sin mayor problema que un par de chapuzones sin importancia.
Una triste despedida de Luisa y Suren- de quienes despedirse siempre es triste aunque quede la alegría de la certeza de vover a verles- nos pone en marcha. El camino hacia Portugal es bastante relajado. Mucha lluvia, mucho cuidado en la conducción, un mp3 cargado de Les Luthiers - de quienes los 3 viajeros somos fervientes admiradores- y The Police y un arcoiris COMPLETO, prístino y claro que nos recuerda que vamos a cambiar de país. Un portal de color para una salida mágica.
Lisboa es una ciudad encantadora, pero sus calles son laberínticas... en tanto en cuanto cambian de nombre sin previo aviso y sin que te des cuenta. Esto no hace más que retrasar nuestra llegada al hostal, Oasis, extremadamente recomendable si queréis un ambiente relajado, joven y con oportunidad de descanso.
Deambulamos buscando la llegada, nos perdemos tres o cuatro veces y, finalmente, llegamos hasta la puerta.
¡Oh Masas... Mesas... ¡Musas! ¡Oh, Alexa de mis entretelas! ¡Oh Alexa de mis desvelos!
Bueh... tendríais que haberla visto con vuestros propios ojos. Pelo negro, ojos oscuros... (Qué curioso... solo de acordarme se me ha cortado el hipo...). No sé Saibot, pero mi inglés de repente se ha transformado en monosílabos incoherentes con cara de bobo... Nos instala en la planta superior: tres literas en una sala muy limpia para ocho ocupantes, nos da la gira por el hostal, mostrándonos el salón de la música, los libros y el ordenador y explicándonos las reglas para desayunar etc etc... Menos mal que Frid estaba pendiente, porque lo que es yo... apenas si podía mirar a otro sitio que no fuera nuestra anfitriona, y no precisamente escuchando su charla en inglés.
La duchita es un placer de presión y agua caliente. Renueva las fuerzas y solo queda cenar y ver Lisboa de noche. Bueno, el Barrio Alto.
Y aquí empieza lo verdaderamente... SURREALISTA.
Este barrio alto es la leche. Es algo así cmo Malasaña y Huertas en Madrid, el Barrio gótico y Las Ramblas de Barcelona y una especie extraña de Chinatown. Las tiendas abiertas hasta las mil de la madrugada. Tiendas de ropa. Muy 'chic' algunas de ellas. Ahora, prepárese ud. a pagar.
¡¿Quién nos mandaría no seguir las recomendaciones de Alexa?! Nos dijo: id al [/Calcara/] es decir, un restaurante de comida hindú llamado Calcuta. Pues sí. Pasamos por delante. Miramos la carta y acordamos ir más adelante. Total, teníamos todo el domingo para visitarlo...
Y seguimos calle arriba. Miramos un par de locales y nuestra nariz nos llevó hasta el mayor error que puedes cometer en Lisboa, Rua del Nort: mirar la carta del NóNó. Si ya lo dice el nombre: ¡¡¡¡NONO... NO ENTRES AQUÍ!!!!
Nos asomamos. El ambiente parece tranquilo. Gente hablando en voz baja, recogidito, calma. En fin, lo que buscas después de un día entero de viaje. Nada de agobios.
Cuál sería nuestra sorpresa al salir de allí.
La mujer que atendía- yo diría zombie llike woman... ¿o era woman like zombie?-tardó un cuarto de hora en cambiarnos el mantel. Otros cuarto de hora en ponernos los cubiertos. Ojo, con cubierto me refiero a: cesta de pan con tres bollos y tres de mantequilla, sin un triste cuchillo para untarla.
Claro, Frid, Saibot y yo, que teníamos más hambre que Dios talento, mirábamos con dolor las escasas viandas. Otro cuarto de hora y de la carta, de los entrantes, solo había ensalada mixta. Y mira que tenía entrantes: ensalada de pulpo, queso de cabra... pues nada. 'No, de eso no tenemos. No, de eso tampoco'. Pues ensalada mixta. Tres. ¿Vais anotando? Tres.
Para beber, bueno, venga, agua. Somos chicos sanos en un fin de semana sano. Pues nos traen tres botellitas de agua de 33 SIN VASOS. ¡Pos naaadaaaaaa! ¡¡Se abren y a morro!! Increíble.
Segundos: Para Saibot unos calamares a la plancha. Para Frid un plato de cerdo a la brasa y yo me pedí unos filetes al vino no se qué- prefiero no acordarme del vino, no sea que le coja manía.
Media hora más para que nos traiga los cubiertos. Devoramos con ansia ibérica el pan con mantequilla. Y entonces se desata la debacle: llegan las ensaladas. Dos hojas de lechuga con dos rodajas de tomate. PUNTO. Miro mi plato y digo: "¿Qué coño es esto? ¿Pasto?". Frid menciona algo acerca de lo escaso del plato, Saibot muge como una vinchuca (¡Ché! La vinchuca cuando muge hace vinchúúú vinchúúú).
Dejémoslo pasar. Las ensaldas desaparecen casi instantáneamente. A estas alturas del percal, los tres estábamos con un cachondeo encima, propio de tres españoles tomándose semejante timo con humor. Eso sí, de discreción nada. A voz en cuello.
Y ahí viene el evento que empieza a desencadenar la noche: una pareja de jóvenes se levanta y al pasar a nuestro lado, claro, viendo el ambiente que estábamos destilando, el chico nos susurra: "CHECK THE BILL". Yo asiento significativamente y Saibot agradece el detalle.
Llegan los segundos. Han pasado por lo menos, otros dos cuartos de hora. Entre que la zombie like woman se pasea con una cara de perro pachón malhumorado, atiende otras dos mesas con el mismo ritmo que a nosotros, se echa uno o dos cigarritos- vaya usted a saber qué tenían esos cigarritos- y nos traen los segundos.
Los calamares de Saibot: de risa. Más pequeños imposible. ¡Si parecían las pelotas de un pitufo requemadas! Pero eso sí, con más lechuga y más tomate (seguro que era el mismo tomate del que habían salido las rodajas de nuestras ensaladas...).
El cerdo a la brasa de Frid: bueno. Pasable, pero más seco que una mojama. Y es que... si te sale mal un cerdo adobado a la plancha, cierra el restaurante y Santas Pascuas. Eso sé hacerlo hasta yo. Más lechuga y patatas fritas: del McDowell's, fijo.
Mi escalope al vino de Madeira (o algo así): bien, bueno: lechuga, patatas y DOS SUELAS DE ZAPATO húmedas y porque se había pasado toda la tarde y noche lloviendo. Ni sabor, ni olor, ni color.
A todo esto, aparece en escena el calzonazos. Un señor de chaqueta, que parecía un capo de... de medio pelo que se dedicaba a pasear y mirar, mirar y pasear, como si manejara algo. Pero estaba claro que aquí la que movía algo era la señora. ¡¡¡LA QUE MOVÍA ALGO!!! ¡¡¡Pero si ella apenas se movía!!!
Nuestro cabreo va en aumento. Aritmético. Miramos a los comensales de alrededor. Las caras se clavan an nosotros, sabedores todos de lo que les espera. Empezamos a hablar con los vecinos de mesa. Cuatro españoles más en el local. Frid pide una botella de agua que no llega. Como los vasos, vamos. En vez de eso, le traen un cuchillo para cortar tartas de moka.
Nuestro cabreo se generaliza en todo el restaurante. Una pareja de alemanes se hacen la cuenta ellos mismos y se largan pagando lo justo, a lo que el caballero (!Puf¡ Caballero... ya me puede dar las gracias porque no le ponga otro apelativo...) les trata de perseguir hasta la puerta... infructuosamente. Han desaparecido. Y con todos sus cojones. Sí señores.
El mosqueo crece a ritmos increíbles: ya geométricos. Nervios. Indignación. Pedimos la cuenta. Y atentos todos, nos la traen en un papelajo mal escrito, sin especificación de platos, ni unidades ni precios. Calculado al ojo de buen cubero.
¡¡¡¡¡¡¡¡53 EUROS!!!!!!!!!
Frid se levanta con un soberano mosqueo. Saibot comenta la cara de ira de la chica: '¡Ahora es cuando das miedo'. '¡Es que es intolerable. No es para menos', comento yo.
Llamamos la atención del señor este. Claro, no nos entiende. Es portugué y el portugué y el español son TAAAAAN distintos. Señala a la woman like zombie (¿observáis el hábil cambio de apelativo? Yo sigo pensando que fue extra en Resident Evil 2: Apocalypse) y se encoge de hombros.
'Frid', le decimos, 'dile que nos podemos quejar entre los tres en 7 idiomas diferentes. Que elijan ellos en cual les gritamos'.
La tía pide calma y que no nos pongamos nerviosos... no, si no estamos nerviosos. Solo queremos partirte las piernas... bueno, las piernas no, que no las usas para nada, cacho perra.
Pedimos una cuenta específica con desglose. Los comensales dejan de pedir. Dos parejas entran y se van ipso-facto. Los chicos españoles observan atónitos mientras Saibot y yo recalculamos el precio de la cena.
La cuenta regresa en la mano de la señora. Es más, la cuenta tira de la señora esta para llegar hasta la mesa, porque si de ella dependiera, ahí estábamos aún, despotricando. La cuenta baja a 45. Pero no salen los cálculos. (A ver si Frid me pasa el scan de la factura porque es vergonzosa).
A mi me salen 43 euros tirando a lo alto. IVA incluido (un 12% de IVA!!!).
Pagamos jurando en Arameo. Una de las parejas españolas deja algo de dinero y se va con nosotros. Comentando la jugada. Saibot tiembla de frío. Entre la tensión y el fresquete que entraba pr la puerta- porque para colmo la p... mesa estaba frente a la puerta cubierta por una cortinilla- él y yo nos cogimos un destemple de flipar. Así que salimos a pasear por Lisboa.
¡AAAAAAHHHHH! Qué placer da entrar en un restaurante típico y que te timen típicamente.
Probablemente Saibot y Frid tengan dos posts mucho más graciosos que el mío en la recámara. En cuanto los lea, los vinculo en este.
¡¡¡NO OS LOS PERDÁIS!!!
Yo seguiré con esto después de currar un poco, que no hay ganas pero hay deber... deber de cobrar a fin de mes...
3 Comments:
Jajajaja. No me ha dado tiempo a subir mi post hoy, mañana, mañana.
A ver, replicante, si el amor de tu vida te dijo que te fueras al Calcuta, a Calcuta hemos de ir, con una media, con una media, uy, no eso no.
Anda!
Vaya forma de ascender a una chica que vi 3 veces... eso sí. MUY BIEN VISTA.
XDD
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