Memorias de Un Replicante Sin Recuerdos

I've seen things you people wouldn't believe. Attack ships on fire off shore of Orion. I watched C-beams glitter in the darkness near the Tannhauser's gate. All those... moments will be lost... in time, like... tears... in the rain. Time to die.

Friday, November 11, 2005

BushiDo: El Camino del Que Sirve (I)

Como es bien sabido entre la mayor parte de la gente (o no), Japón estuvo aislado del mundo durante siglos enteros, basando su infraestructura en una casta de nobles guerreros conocidos como samurai, palabra que proviene de saburatu o aquél que sirve a un señor, y cuya base de educación y servicio era un código de normas estrictas, concretamente siete, conocido como Bushi- Do, o Camino del Guerrero (Do - Camino; Bu - Guerra, shi - hombre). En aquellos tiempos, Japón era una mezcolanza de apariencias, servicio, honor, educación y barbarie que se resumían en este estrato social y cuyos rasgos característicos quedaban marcados por lo que en Occidente conocíamos como Katana, el arma representativa del samurai y Harakiri, el acto suicida por el que un hombre expiaba una falta grave cometida en el desempeño de su deber. En este relato cuento la breve historia de uno de estos samurai que, durante el cumplimiento de su deber para con su daimyo, cometió un error que le llevó por obligación a cometer seppukku. Al final del texto, explico los términos japoneses, tanto traducidos, en la medida de lo posible, como en su significado en cuanto a la sociedad japonesa de la época del shogunato Tokugawa.
Gracias por llegar al final, si es que lo hacéis ;)

Jin… Compasión, un deseo de hacer bien y perdonar a todos los que quieren insultarnos o hacernos daño.

Los pétalos del cerezo caían lentamente sobre el mantillo verde del césped en el jardín del señor Yoshinaga Takeda, quien caminaba a sus cincuenta y siete años de edad por el paseo de pizarra negra que le llevaba hasta las puertas interiores de su titánico castillo en Yokohama. A su lado derecho Ume, su joven ahijada, quien tras la muerte del hermano mayor de ésta había quedado al cuidado del daimyo, sujetaba un quitasol sobre las rasuradas cabezas de los samurai a los que acompañaban en silencio. A la izquierda de Yoshinaga un samurai experto esgrimista, el Kensei personal del daimyo se agachaba para recoger un sakura, una de las flores de cerezo sobre el césped. Este joven había entrado al servicio de Yoshinaga hacía casi quince años y desde el tercer año de estancia, se había ganado a pulso el cargo de maestro espadero y entrenaba a los hombres de Yoshinaga a diario.


- Dime, Daisuke Tomomori- preguntaba el daimyo a su Kensei y consejero- ¿qué es
para ti el Bushido?
- Yoshinaga- tono- respondía el joven Tomomori, apoyando su brazo derecho en una
rodilla y mirando a la chiquilla- el Bushido no se explica. Se vive y se siente.

Yoshinaga sonrió complacido. Ume se sonrojó con la mirada de Daisuke y apartó la suya ocultándola tras un abanico rosa pálido con el kanji de Ola escrito en él. El señor feudal se volvió y se agachó junto a su mejor amigo. Tocó el pomo de su sable con gesto intranquilo.


- ¿Qué os aflige, mi señor?- preguntó Daisuke- ¿Hay noticias del Shogun?
- Las hay, amigo mío. Las hay.- respondió algo sombrío- Tengo una tarea de
importancia suma para tí. El shogun ha pedido a los daimyos que le demos su apoyo
abiertamente y así derrocar definitivamente al Mikado.
- No hay problema, Tono- contestó con calma Daisuke- Siempre hemos apoyado al
Shogun Tokugawa y deberíamos demostrárselo. ¿Cuál es el problema?


Yoshinaga levantó la mirada y la clavó en los ojos de Daisuke.
- Él quiere que Ume y tu vayáis a la corte de este invierno... y que permanezcáis allí
hasta nueva orden- concluyó fugazmente Yoshinaga.

Por un instante, los ojos de Daisuke se crisparon en un estallido de su corazón. El Shogun había pedido su presencia en la ciudad de Edo, y él estaría complacido de demostrarle lo que sabía hacer por su señor... pero separarse para siempre de su amo le partiría el corazón. Sobre todo porque sabía que no había otra salida. Y también sabía que el amor de su señor por Ume iba a romperle el corazón. En seguida, la respuesta de Daisuke fue ejemplar:

- Tono- sama, Ume y yo haremos lo que nos ordenéis- el tono de su voz era firme y
sereno, como un buen samurai debe demostrar.

Ume sollozó una sola vez...

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